Atesoraba el tiempo en su corazón y en su memoria hasta hacerlo infinito, quienes la conocían se maravillaban, tal era su capacidad para volver el relato realidad, de sus labios prodigiosos brotaban al unísno Sancho y don Quijote, Aquiles y Patroclo. Era una maestra, una biblioteca viviente, pero también una madre, una esposa, una hermana, una mujer, una amiga, una constructora de pensamiento y eternidad. Alexander Deneika, mujer leyendo, Gilma Betancourt, texto. Pará ti mi Lou, que sean mil más.
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