miércoles, 25 de mayo de 2011

PARA SEGUIR VIVIENDO

Tantas muertes de repente acumuladas, constructoras de este ser, de su consciencia, muertes que llegando te atraviesan, y te dejan con un dolor agudo que perfora el alma. Muertes que llegan entre lagrimas, abrazos solidarios o traidores, muertes que te gritan que estuviste ciega, ciega para la traición que rompe los lazos y anega el corazón dejándote abandonada entre el tumulto, rota, quebrada en dos. Muertes que te transitan, vil producto de actos de inconsciencia, de egoísmo. Muertes que sin embargo entre las heridas van trayendo el propio germen de otra vida. Esa que hay que construir, que hay que inventarse, para poder seguir respirando y existiendo, esa que como las olas en la playa arrastran el ser que fuiste, esa que eras. Y con cada muerte arriba la lucidez que te priva de la tierna ingenuidad, de la pertinaz confianza, de la triste inocencia, para dejar en su lugar no la amargura, sino el tibio abrazo de una verdad, que te conforta aunque tenerla a tu lado sea algo que duela. Una verdad que te perfora, te mata y fortalece, te levanta como un mástil,  y es una roca en la playa a la que asirte en medio de la tempestad violenta, y en ese morir vas renaciendo, y en ese nacer tienes contigo la certeza de que seguramente una nueva muerte te asecha, pero al haberla ya vivido, al conocerla, no la temes, simplemente, te lo tomas con calma, la aguardas, la esperas, sin temor, sin ilusión, simplemente con integridad serena.

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