viernes, 27 de mayo de 2011

DESCUBRIMIENTO

Se encontraron, se vieron y midieron palmo a palmo, ella lo vio y creyó que él era el definitivo, el príncipe por el que había estado esperando –¡ al fin se dijo!- ¡pobre ignorante de ella! ¡ilusa!. Finalmente las evidencias acabarían por llegar  y tristemente como tantas veces, tendría que reconocerlo – no era nada diferente del resto, como tantos estaba lleno de defectos, no era más que otro sapo más en el estanque: pequeño,  mínimo, cotidiano,  lleno de equivocaciones y de fallos, común, nada extraordinario. Lo observo de nuevo, ahora sin la fantasía propia del inicio, y lo vio tal y como era, sin pausas y sin prisas, sin ambages, pensando en despedirse, pero entonces, tal y como en una revelación todo se ilumino y en medio de la luz se vio a sí misma. Sin lugar a dudas no era ella la princesa de los cuentos de hadas , más bien una mezcla entre dama y bruja. Tenía que reconocerlo, también ella de vez en cuando apestaba, con sus minucias y resabios, sus afanes de control, sus pequeñeces, esos egoísmos furibundos y atrabiliarios  que la llevan a no ceder la almohada; la ironía y la crítica, los descuidos que en  ella, si justificaba. Y entonces comprendió que nada de eso borraba su ternura, ni la grandeza y ni la  bondad de su propia alma. Así que olvidando los anhelos de nobleza, se reconoció tal y como era, simple rana. Volvió  entonces a mirar al sapo, algo más contenta y más tranquila, croando se dirigió al estanque en pos de él, dispuesta a vivir un para ahora que con suerte se convertiría en un para mañana.

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