miércoles, 25 de mayo de 2011

AÑEJOS

Se miraron como si el paso de los años no hubiese acontecido, con las mismas ansias e igual deseo, con el amor de siempre, los labios apretados por los besos, tanto  tiempo contenidos. El temblor fue apoderándose de ambos. El ansioso, ella tensa, reservada. Se miraron sin apenas decir nada y diciéndolo todo en el silencio. Las lagrimas bañando sus mejillas, las sonrisas extendiendo el tiempo, procurando el valor ausente para decirse hola, para extender la mano y saludarse. Los pasos tambaleantes, dolorosos, van desandando las distancias, los años, los adioses y silencios, la ausencia largamente prolongada. Las manos sudorosas y muy frías traen de atrás las añoranzas  de los amores peregrinos y furtivos;  que van recuperando del olvido el anhelo de eternidad, vuelto nostalgia. Los besos brotan pronto,  cautelosos, dulces, trémulos, plenos, anhelantes y en medio del encuentro, un torbellino de voces, de murmullos y  palabras …
- Nunca te olvide,
- yo  a ti tampoco
 – Te soñé siempre, cada día, cada mañana
 – estaré aquí  para ti,  aunque estés lejos,
-  Te seguiré aún en la distancia…
y así añejos en el tiempo, van volviéndose: amor, vida, sol, nube, montaña, y se pierden en el tiempo detenido, de ese amor que va cubriendo las distancias, los años que se fueron y otros besos, otros amaneceres y otras ansias. Y poco importa que en este amor ya nunca, vuelva a acontecer otra mañana.

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