martes, 5 de noviembre de 2019


Sabía vivir, disfrutaba cada instante y entendía mejor que nadie los misterios propios de la vida, con el paso de los años había aprendido lo importante que era perdonar, ponerse en el lugar del otro, ceder y aceptar; no guardaba rencores, llevaba el corazón ligero y se permitía amar en libertad, sin lugar a dudas, lo suyo era la honestidad, la sinceridad  calmada y tierna, que abría paso a la verdad sin lastimar. Cálida, abierta, generosa y dicharachera era toda una caja musical, pero no de esas que sólo tocan una melodía incesante, sino una de aquellas que en la más abierta diversidad acompañan las horas de melancolía y los instantes de felicidad. Todo esto y mucho más eres sin lugar a dudas tú, queridísima  Gabriela.
Por la orilla del mar, Renoir, Gilma Betancourt, texto.

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