Gracias por la vida, por ti, por todo y por todos, por la luz en el camino y por la oscuridad, las sonrisas y las lágrimas. Gracias por lo que nos hace crecer, nos confronta y renueva, nos exige y reta. Gracias por este ser de carne y hueso, sensibles al amor y al dolor. Por las manos y los ojos tan amigos que nos arropa y encienden, gracias por el camino y el caminar, por el ser y estar aquí. Marina Vargas, imagen, Gilma Betancourt, texto.
Soy quien soy y quien parezco. Una y distinta. A veces atravieso los espejos¸ sigo al conejo, entro en la madriguera, le doy la mano a seres fabulosos y me detengo. Tomo el té con el tiempo, hablo y discuto con las cartas, rayo en la locura de lo imaginario, me libero de los reparos del buen juicio, me hago pequeña o me agiganto; pero así mismo de vez en cuando vuelvo, y en el volver me hallo cara a cara con esa otra que mide las palabras y calibra los gestos.
viernes, 29 de noviembre de 2019
sábado, 9 de noviembre de 2019
Caminaban a veces raudos y veloces, otras lentos, detenidos;
como si quisieran besar la tierra a cada paso. No siempre iban juntos, la mayor
parte del tiempo cada uno seguía su propio camino, pero cuando se encontraban y
sus horizontes coincidían ¡era la magia! Entonces se tomaban de las manos, se miraban y
postergaban esos besos que traían guardados de tiempo atrás; lo hacían tan solo
para írselos dando fugaz y suavemente, entregándose el ser, labio sobre labio, como
si al besarse abarcaran el universo entero. Luego tan solo una cabeza se reclinada
sobre un hombro, para reafirmar la confianza absoluta en la lealtad que se tenían;
poco importaba que el encuentro terminara, que no fuera eterno, pues al fin de cuentas,
el espacio entre los dos no podía ser más que relativo, sin superar jamás la distancia
que separaba un corazón del otro corazón. Silvia Celcer, escultura, Gilma Betancourt,
Texto.
viernes, 8 de noviembre de 2019
Porque el día de la lucha no estaré allí, ni tomaré tu mano, ni alzare la voz, no he de mirarme en tus ojos sonrientes, libertarios, ni escucharé tus gritos que reclaman un mundo más justo y mejor. No he de refugiarme entre tus. Brazos en el momento del miedo, ni tomaré piedras en mis manos para dejarlas volar en pos de los que no escuchan. No habre de desatar la voz de mi garganta para que corra rauda y veloz a modo de consigna,, no estaré allí y pagaré con sollozos la ausencia pertinente y necesaria. No obstante estarás vos, allí en primera línea y yo estaré aguardandote con un beso entre los labios para decirte : Te quiero. A LA HUELGA, Rolando Alarcon, Alicia Fortín , texto.
Me habitas, vas poblándome como puebla de flores la primavera los sitios más comunes y los más ignotos. Me llenas de ideas y colores, de lágrimas y de sonrisas, llegas auspicioso como el dulce amanecer, hablando de porvenir y por nacer, de vida nueva. Pero también eres otoño, frío nvierno que desaloja el pasado en donde no existía; ocaso que incita a una ternura desprovista de tristezas, pero dulcemente llena de melancolía, y así, de este modo sutil y pródigo es como tú, amor mío, me pueblas.
Crhistian Schole, Gilma Betancourt, texto.
Crhistian Schole, Gilma Betancourt, texto.
martes, 5 de noviembre de 2019
Sabía vivir, disfrutaba cada instante y entendía mejor que nadie los misterios propios de la vida, con el paso de los años había aprendido lo importante que era perdonar, ponerse en el lugar del otro, ceder y aceptar; no guardaba rencores, llevaba el corazón ligero y se permitía amar en libertad, sin lugar a dudas, lo suyo era la honestidad, la sinceridad calmada y tierna, que abría paso a la verdad sin lastimar. Cálida, abierta, generosa y dicharachera era toda una caja musical, pero no de esas que sólo tocan una melodía incesante, sino una de aquellas que en la más abierta diversidad acompañan las horas de melancolía y los instantes de felicidad. Todo esto y mucho más eres sin lugar a dudas tú, queridísima Gabriela.
Por la orilla del mar, Renoir, Gilma Betancourt, texto.
Por la orilla del mar, Renoir, Gilma Betancourt, texto.
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