martes, 9 de julio de 2019


Tan absolutamente cómplices que las palabras sobraban.  Se adivinaban, y sin embargo era un deleite escucharse, soñaban con tardes de bebidas calientes y mecedoras, con esos pequeños silencios en los que las sonrisas auguraban confidencias, confesiones que a cualquier otro harían enrojecer, pero que a ellas las divertían en extremo. Sin juicios, sin miramientos, sin necesidad de justificación.  A veces caminaban una al lado de la otra saludando la tarde, dándole la bienvenida la noche por llegar, iban donde querían en medio de la más absoluta libertad, no creían que tuvieran necesidad de pedir permisos, estaban mas allá del bien y del mal, siempre se concedían en beneficio de la duda, por no decir el de la inocencia total, entre tanto compartían este amor que por decirlo así no podía ser más que perfecto. Francisco Goya, Mujeres conversando, Gilma Betancourt, Texto.

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