Lejos, podría decirse que estamos lejos, nos separa el espacio infranqueable, y sin embargo, desde aquí, puedo sentirte, amarte, mirarte. Te alcanza mi corazón y te cobija bajo la Sombra esperanzada de volver a hallarte entre mis brazos, y celebrarte, bendecirte, apapacharte jubilosa con los mimos y caricias que nacen de este mi corazón amante, ese que no entiende de tiempo, ni de distancias, ese que hace que aunque te encuentres lejos; en mi mente y en mi ser, yo pueda acogerte y abrazarte. Gilma Betancourt texto, pail Gustave Fischer, obra, esposa y musa del pintor.
Soy quien soy y quien parezco. Una y distinta. A veces atravieso los espejos¸ sigo al conejo, entro en la madriguera, le doy la mano a seres fabulosos y me detengo. Tomo el té con el tiempo, hablo y discuto con las cartas, rayo en la locura de lo imaginario, me libero de los reparos del buen juicio, me hago pequeña o me agiganto; pero así mismo de vez en cuando vuelvo, y en el volver me hallo cara a cara con esa otra que mide las palabras y calibra los gestos.
martes, 24 de marzo de 2020
Lejos, podría decirse que estamos lejos, nos separa el espacio infranqueable, y sin embargo, desde aquí, puedo sentirte, amarte, mirarte. Te alcanza mi corazón y te cobija bajo la Sombra esperanzada de volver a hallarte entre mis brazos, y celebrarte, bendecirte, apapacharte jubilosa con los mimos y caricias que nacen de este mi corazón amante, ese que no entiende de tiempo, ni de distancias, ese que hace que aunque te encuentres lejos; en mi mente y en mi ser, yo pueda acogerte y abrazarte. Gilma Betancourt texto, pail Gustave Fischer, obra, esposa y musa del pintor.
sábado, 7 de marzo de 2020
Se llamaba noche y caminaba con pasos de mujer, andariega, coqueta, inusitada, entraba a todos los lugares sin pedir permiso, sin que nadie la llamara; a veces se mostraba alegre y cadensiosa, movía pies, pecho, piernas y caderas en medio de una danza contagiosa, reía a carcajadas con el rostro cuajado de estrellas y de luna,, deslizandose sigilosa como un gato, regalandose entera al amor. Entonces era preciso acariciar su cabellera, pellizcar sus muslos, besar sus labios y ser parte su más dulce amanecer. Gilma Betancourt texto, Irving Penn, fotografía.
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