viernes, 17 de mayo de 2019

GIRASOLES


Sembraron su dolor, dejaron que la tierra lo acunase, le permitieron germinar e incluso florecer; no fue un acto de generosidad, apenas uno de aceptación y reconocimiento. El mal estaba hecho, los muertos, los heridos, los dolientes y desaparecidos, seguían mirando desde un horizonte ciego de esperanza. No podían marcharse, tampoco les estaba concedido el olvido, no más Macondo, lo único que tenían era permanecer juntos, aprender porque de lo contrario la lección seria aún más dura, más terrible. Entretanto los girasoles se elevaban de la tierra buscando un nuevo sol, uno que por fin anunciara esperanza, que naciera de los corazones bondadosos, del hambre insaciable de justicia, del carácter recio, capaz de hacer lo necesario, de la disposición a abrir los ojos y a mirarse en el espejo de la verdad.  Anselm Kiefer, Girasoles, Gilma Betancourt, Texto.

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