Un gato, eso eres no otra cosa, un gato de los que corren
libres por la vida en pos de sus sueños y proyectos, de los que se trepan a la
luna y la conquistan simplemente porque saben cómo y pueden hacerlo. Un gato que
se aproxima cuando lo desea y lo siente y al que no es posible apresar, de esos
que te dan su amor y su ternura pero a los que no es posible retener, ni forzar
porque simplemente se pertenecen a sí mismos, y yo, yo te quiero como sos, como
gato, y aunque a veces pretendo que me busques cuando quiero, sé que no es
sabio hacerlo, porque nadie fuerza a un gato a hacer lo que él no quiere, por
el contrario voy aprendiendo a quererte así gatuno como eres, a contemplarte y
disfrutar de saber que me buscaras eventualmente y entonces será la alegría de
tenerte, voy aprendiendo a darte espacio y a confiar en tu cariño así como lo
das, sólido y libertario, generoso, protector pero ajeno a posesiones y
exigencias, voy aprendiendo a recibirte en las noches y mañanas, a respetar tu
espacio y tu ser, sin alterarme, sin enojarme y sin pensar que porque no te veo
no estés. Si sos un gato, y yo que amo a los gatos sé muy bien que solo en
medio de tu libertad te puedo querer.
Soy quien soy y quien parezco. Una y distinta. A veces atravieso los espejos¸ sigo al conejo, entro en la madriguera, le doy la mano a seres fabulosos y me detengo. Tomo el té con el tiempo, hablo y discuto con las cartas, rayo en la locura de lo imaginario, me libero de los reparos del buen juicio, me hago pequeña o me agiganto; pero así mismo de vez en cuando vuelvo, y en el volver me hallo cara a cara con esa otra que mide las palabras y calibra los gestos.
domingo, 15 de noviembre de 2015
viernes, 13 de noviembre de 2015
TE INVENTE
Te invente, no eras real, te invente desde mis ganas y mi
fantasía. Fuiste un bello producto de mi imaginación pero no más que eso.
Te tejí desde mis sueños, desde mis ganas de amar, de
sentir, de construir futuro, quizás por
eso construí este mundo, este pequeño rincón de paraíso para ti. Y desde ahí te
amé, te di cuanto podía dar, lo mejor de mí misma, mi ser entero. Pero al no
ser más que un espejismo un día descubrí el engaño.
Me supe sola, medí cuenta como hacen los niños de diez años
que ese querido amigo imaginario no es
más que eso, una parte dislocada de su ser a la que deben renunciar para seguir
viviendo, para poder hallar por fin a alguien real, que sienta, vibre, exista y
ame de un modo parecido al de ellos, por no decir igual.
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