Tras escuchar las palabras del
médico, la noche se tornó aún más oscura para Sergio y Ximena, quienes hasta
hacia unos minutos se hallaban preocupados pero felices. Ahora sin embargo, luego de saber que su
pequeño Pablo tenía síndrome de Down no
pudieron más que sentirse desolados.
Y no es que no quisieran a su bebé,
al contrario, lo amaban tanto como antes de que les contaran de su condición,
como lo amarían si no la tuviese, era solo que se sentían preocupados por lo
que sería su vida de ahora en adelante - pues sabían que tendrían que enfrentar
grandes retos – y sobre todo les asustaba pensar en cómo tomaría Anna su
pequeña hijita de cinco años las diferencias de su hermanito.
Temían que la niña no pudiera
entender y sobre todo que no se sintiera feliz por tener a Joaquín en su vida.
Esa
noche casi no durmieron, pensando en todas estas cosas, y sabiendo en lo
difícil que sería contarle a su familia y amigos que su hijo era un bebé Down.
Al día siguiente, por la mañana, llegaron Anna y la abuelita Carmenza, estaban
dichosas porque ese día llevarían al bebé a casa. Sergio y Ximena dejaron de lado sus
sentimientos y se dispusieron a disfrutar con sus hijos esos momentos tan especiales. Así que aprovecharon
para tomar las primeras fotos de los dos hermanitos, y luego se fueron a casa.
Las primeras semanas fueron
bastante normales, aunque debieron visitar a diferentes médicos, pues los bebés
con Down necesitan muchos cuidados. Precisamente cuando fueron donde la doctora Lina ésta les hablo de darse
la oportunidad de conocer niños y familias que habían pasado por lo mismo que
ellos; fue así como se enteraron de la existencia del pequeño Alejandro.
La doctora Lina les contó que
Alejandro tenía dos años y que era un bebé precioso, muy inteligente y
divertido, y les dijo que conocerlo les ayudaría a saber cómo sería el pequeño
Joaquín cuando creciera un poco más.
Ximena no quiso hacerlo, tenía
mucho miedo de desilusionarse o sentirse aún más triste, sobre todo porque por ahora su bebé se veía
bastante normal, y ella quería hacerse a la ilusión de
que los médicos estaban equivocados, que un día se despertaría y le dirían que
todo había sido un error. Sergio por su
parte pensó que lo mejor que podía hacer era respetar los sentimiento de su
esposa, pero creía que era importante hacer lo que les decía la doctora, sobre
todo porque ella era muy especial y el confiaba en sus recomendaciones. Así que
ideó un plan, le propuso a su mamá que fuera junto con su suegra y con la
pequeña Anna a conocer a Alejandro y le encargó a la pequeña que viniera y les
contara a su mamá y a él todo lo que descubriera sobre el pequeño.
La niña aceptó encantada, pues
quería saber cómo sería su hermanito en el futuro.
Antes de llegar Anna les preguntó a
sus abuelas y a la doctora Lina cuantos años tenía Alejandro, a lo que la
doctora le respondió que pronto
cumpliría dos años. Inmediatamente la niña se imaginó que llegaría y
podría correr y cantar con el pequeño, así como hacía con su primito Daniel.
Pero cuando llegaron y saludaron a
la mamá de Alejandro, vieron que él se parecía más a un bebé grande que a un
niño de dos años. Al principio Anna no supo cómo disimular su sorpresa, y sus
abuelas se sintieron apenadas frente a su reacción, pero entonces la mamá de
Alejandro le dijo –
-- ¿Te sorprende que Alejandro sea
más pequeño de lo que te imaginabas?
- Um jum, contestó la niña
sonrojada.
- Tranquila no te preocupes, a
todos les pasa al principio porque se imaginan que un niño de su edad debe ser
diferente, pero como verás las personas no somos todas iguales, Alejandro esta
hecho de un modo diferente y el por eso es más pequeño, pero dentro de poco él
va a aprender a pararse solo y como los otros niños va a poder caminar y correr
como tú.
- ¿Así como mi hermanito?
- Si, como tu hermanito, claro.
Además lo importante no es lo rápido que ellos logren las cosas, sino que las
logren, ¿cierto?
- Si, cierto, yo lo que quiero es
que un día pueda caminar y correr y jugar conmigo.
-Ah, claro, pero ¿sabes? Aunque
Alejandro aun no pueda correr, el sí puede jugar contigo, ¿quieres que juguemos
con él?
- Si, sonrió Anna, dejando a un
lado la preocupación.
Jugaron a muchas cosas, a nombrar
los juguetes de la granja, a sacar y guardar, a identificar partes del cuerpo,
a cantar y también a baila; Anna estaba feliz y Alejandro también, se divirtieron
mucho y el tiempo pasó volando. Entre tanto la mamá de Alejandro contestó
muchas de las preguntas que Anna le hizo.
Cuando ya iban a irse llegó el papá
de Alejandro, que a Anna le pareció muy serio, pero luego ella vio que era muy
tierno, sobre todo con él bebé, que se mostraba feliz, mientras iban a nadar un
rato en la piscina.
La mamá de Alejandro les contó que
él ya sabía sumergirse sin tragar agua y cuando Anna le preguntó porque este
tenía una cicatriz tan grande en el pecho, ella le dijo que lo que pasaba era
que cuando él había nacido su corazoncito tenía un problema y que lo habían
tenido que operar, pero que Alejandro había sido siempre muy valiente y había
luchado cada una de sus batallas sin rendirse jamás.
Ante la interrogante mirada de
Anna, Nania, la mamá de Alejandro, sonrió y le contó que su bebé iba a terapia
todas las semanas y tenía que tomar remedios todos los días, que se bañaba
siempre con agua fría y que debía esforzarse mucho para lograr cosas que para
otros bebés y niños como Anna eran mucho más sencillas o fáciles, pero que
Alejandro nunca se rendía y si bien a veces se cansaba y lloraba un poco, por
lo general se mostraba de buen ánimo.
Anna se mostró admirada, y vio con
mayor respeto y admiración al pequeño que regresaba de la piscina sonriendo en
brazos de su papá.
Aprovecharon que ya era hora de
darle de comer al niño para invitar a Anna a tomar un refrigerio, luego los
niños volvieron a jugar y Anna le cantó una canción al niño, que le prestó
mucha atención. Después se despidieron y Alejandro les regaló un beso y abrazo
a sus visitantes que se fueron enamoradas de él.
Al llegar a casa Anna estaba
claramente entusiasmada, fue directo a besar a su hermanito sorprendiendo a su
mamá que la oyó decir “Mami que dicha, mi hermanito Joaquín va a ser tan lindo
como Alejandro”
Entonces su mamá, tras cruzar una mirada
con su padre, le preguntó ¿Y dime hija qué tan lindo es Alejandro? Ante lo cual Anna comenzó a contarles su
maravillosa experiencia de ese día. Cuando la niña terminó de hablar, su papá
la miro diciendo ¿Así que Alejandro te gustó mucho?
-
¡Claro papi cómo no iba a gustarme! Si Alejandro
es un ser extraordinario.
-
¿Un ser extraordinario? ¿Y qué es lo que lo hace
extraordinario?,
-
¡Ay papá! – dijo Anna suspirando como si
lamentara que su papá fuera tan “tonto” como para no darse cuenta por sí mismo
de la situación. Luego le dijo: ¡Muchas cosas papito, pero sobre todo, que
Alejandro te enseña a mirar con los ojos del verdadero amor!
Tras escuchar a su
hija hablar así, Ximena se decidió a ir también ella a conocer a Alejandro. Muchos años después mirando jugar a su hijo
Joaquín en el patio del colegio, rodeado por todos sus compañeritos, y por
niños algo mayores que él, entre ellos Alejandro, Ximena pensó que su hija Anna
tenía razón, Alejandro era un ser extraordinario y su hijo Joaquín también.
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