sábado, 15 de noviembre de 2014

DESAFIO



A Rosario y Francisco les gustaban los animales, y mucho, eso todos lo sabían, por eso cuando trajeron el mico capuchino a vivir con ellos, a nadie le sorprendió. Le enseñaron habilidades diversas entre ellas la de ir al baño como los humanos, sentarse en la mesa y acompañarlos a comer al igual que los demás miembros de la familia. Durante el primer año las cosas fueron de maravilla; sin embargo, con el paso de los días empezaron a desmejorar sensiblemente y todo porque el mico, a quien llamaron Checho, empezó a mostrarse particularmente agresivo con Francisco.
Al principio se trataba de pequeños roces y desafíos, muestras de dientes y otras señales desconcertantes. Luego la situación empezó a ser verdaderamente desagradable, al punto en que la familia llegó a dudar de su capacidad para conservar a Checho. Y es que éste parecía no tolerar la presencia de Francisco en la casa.
Hicieron memoria intentando identificar cualquier clase de incidente que hubiese podido desencadenar tal comportamiento, pero no pudieron hallar nada significativo. A decir verdad, Francisco había sido un verdadero padre para Checho, lo había cuidado, educado, alimentado, siempre tratándolo con el mayor cariño y la más completa consideración. Así que tras el análisis volvieron a estar todos igualmente desconcertados.
Finalmente decidieron  acudir en busca de ayuda, dadas las características del animal, al veterinario del zoológico. Una vez allí expusieron su caso, mientras el médico prestaba la mayor atención sin dejar de sonreír a la preocupada pareja. “Verán” les dijo “Lo que ocurre es que Checho ha alcanzado la madurez sexual y como él los considera a ustedes su manada, se comporta según su instinto” “¿Y?” le interpeló Francisco. “Y él te está desafiando como el macho alfa de la manada que eres con miras a ver si él puede quedarse con Rosario como compañera” “¡Quéee!” Exclamo la pareja al unísono, mientras el veterinario apenas si lograba controlar la risa. “Y ¿Ahora qué hacemos?”, preguntaron angustiados. “Sencillo, ahora tu Francisco, tienes que desafiar a Checho a un combate y derrotarlo. Solo así él va a aceptar tu superioridad y volverá a estar tranquilo como antes.”
“¿Y si no lo hago?” preguntó Francisco. “Pues Checho te sigue desafiando y la cosa puede empeorar”, “¿Y si no logro derrotarlo?” “Si no logras derrotarlo, entonces gana Checho y se queda con Rosario”. Ahora era la cara de pánico de Rosario la que provocaba risa. “Lo mejor es que te prepares, dijo de nuevo el veterinario, igual tienes total ventaja, pues Checho no es un mono grande, confía en ti, tu puedes vencerlo”.
Esa semana no durmieron, contemplaron incluso la opción de llevar a Checho al Zoologico y entregarlo, pero al pensar en lo mucho que lo querían, en la historia que tenían juntos y, sobre todo, en la manera como esto afectaría a todo el núcleo familiar, decidieron que ese viernes Francisco desafiaría a Checho a combate. Obviamente antes de que el enfrentamiento se diese, Rosario dejó bien claro que en caso de salir perdedor Francisco, éste debería ocuparse personalmente de llevar Checho al zoológico. Pues por mucho que le doliese su pérdida le prefería a cualquier otra situación que pudiese presentarse. Además, no era ella hembra de la especie capuchina y por lo tanto no estaba  nada  dispuesta a aceptar que un par de machos contendientes decidieran su destino.

Hecho esto tuvo lugar el combate, en el que para fortuna de todos Checho salió vencido. Así que mientras el miquito volvía a la normalidad y Francisco se daba golpes en el pecho cual Tarzán victorioso, Rosario daba gracias a Dios por no haberse decidido a adoptar un gorila.

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