miércoles, 27 de julio de 2011

FATIGA

Estaba cansada, llevaba ya varios días matando gente, cada asesinato exigía de ella todo su potencial y creatividad. Realmente no era una tarea fácil escoger la víctima y descifrarla, construir el escenario para el crimen, determinar la hora y circunstancias, no dejar huellas delatoras y sobretodo hacer que el cierre fuera perfecto. A veces se sentía extenuada y carente de motivación, especialmente cuando la víctima le era desconocida o extraña, cuando no había móviles personales, sino que se trataba de un encargo. Ante todo porque sus clientes no solo establecían a quien debía matar, sino que determinaban que clase de muerte debía dársele al sujeto en cuestión: veneno, accidente, cuchillo, bala, suicidio, cosa que la hacía sentirse por completo exigida y limitada. Sin embargo al final poco importaba, siempre lo lograba, aunque obviamente algunas veces de forma más artística y satisfactoria y otras de manera llana o incluso con algunas  enmendaduras. Total lo importante era que el cliente quedara satisfecho, que decir el cliente, pensó, no tenía un cliente, más bien varias  clientas. Algunas bastante entusiastas, otras, las más indecisas, incluso algunas renuentes a manifestar cualquier clase de deseo o necesidad de venganza. Incluso había casos decepcionantes en los que ni siquiera era posible llevarlas a escoger víctima alguna. Repaso sus aventuras criminales, simplemente para establecer  la ruta del que había sido su recorrido. El crimen más fácil fue el primero – contraviniendo con ello todas las reglas del asesinato – tal vez porque para este tenía motivos netamente personales y conocía a su víctima de manera profunda, quizás, porque fue un homicidio limpio, algo así como una muerte del todo natural. A Jorge lo mato en plena tarde, en presencia de su esposa y de sus hijos, y no, no sintió culpa o compasión alguna, más bien experimento cierta clase de divertida liberación. A decir verdad a su propia hija le encantó el relato de los hechos, incluso varios de sus amigos lo aplaudieron. Los que siguieron fueron a decir verdad sencillos, algunos más satisfactorios que otros, como el de la fea, sintió tanto gusto al matarla, que incluso lo público. Con Jenny fue más difícil, no la conocía y aunque tenía motivos para que le desagradara no pensó que estos llegaran al punto de matarla, sin embargo su amiga se lo pidió y ella no pudo negarse, ¿cómo? Si la quería tanto. Así que la mato, que sea veneno le dijeron y claro veneno concedió, el problema no fue dárselo o que ella se lo tomara, incluso la muy tonta lo hizo por sus propios medios, el problema fue hallar la inspiración para matarla, encontrar ese tan preciso impulso homicida sin el que el crimen no es más que una mera posibilidad. No, definitivamente no era nada fácil esto de ser una asesina literaria.

jueves, 7 de julio de 2011

RESIGNACIÓN

Que tristeza tú desasosiego,  en el vano afán que traes de aferrarte a lo que ni ha sido ni será. Vuelves la espalda a la vida y te niegas a seguir, no he de ayudarte porque no puedo. No he de tenderte más esa mano que sé no has de tomar, porque no puedes, porque no quieres, porque es muy tarde ya. Tarde para ti enamorado de lo inasible y para mí que no tengo ni he de tener más paciencia para tu desvarió. Has elegido la muerte, el sufrimiento la perdida y ¿yo? Yo no puedo más que respetar tu elección, triste elección que no comparto pero acepto. Como se aceptan las sombras de lo que es en sí mismo triste y letal.  Te veo caer en el profundo pozo de la agonía escogida y no puedo más que musitar palabras tristes que no sirven ni servirán de consuelo ni a tu desazón ni a mi impotencia. Eliges caer, yo escojo vida. Vuelves tu espalda a mi presencia, no tengo más que hacer, nada que elegir, solo el olvido. Olvido de ti y de tu ineluctable tristeza, vana tristeza de lo que llamas amor y yo fantasía. Pero esa es la vida del desierto, el espejismo que todo lo retiene y que ante el oasis se torna cierto para quien ya murió, para quien vive muerto.

miércoles, 6 de julio de 2011

VICTORIA

Mi corazón de liebre ha retado de nuevo a la tortuga de mi razón a una carrera, como siempre ha salido la liebre disparada y cuando ya la muy tonta liebre cree que va ganando algo le pasa, es entonces cuando la parca tortuga toma la delantera, y paso a paso va remontando espacio mientras la liebre se echa plácidamente a descansar en medio del letargo, me alegra saber que ahora como tantas otras veces la tortuga ganara!

sábado, 2 de julio de 2011

TERRIBLE

TERRIBLE

Minúsculo, absurdamente insignificante, mínimo. Así se sintió tras descubrirlo. No sabía bien cómo había sucedido, simplemente pasó y todo lo que hasta entonces  creyó o vivió se rompió en dos.
Atrás quedaban la certeza y la seguridad de lo visto, lo olido, lo escuchado o percibido. Toda experiencia sensible quedaba banalizada, se tornaba intrascendente, aparente, marginal como él mismo, como su propia existencia terrenal. No pasaba lo mismo con las ideas, con la luminosa razón, que de tan iridiscente le dejaba ciego para todo lo que no fuese ella misma. Esa, que ahora llenaba todos los espacios, inaugurándolos con su presencia, transfigurándolos, desarraigándolos de toda seguridad o sentido, tan solo para resinificarlos.
Quiso hacerse una imagen de su descubrimiento pero no pudo. Hasta ese punto desbordaba su imaginación. Echó entonces mano de la analogía y lo supuso esférico, pensando en la grata perfección de la figura y en la belleza de su movimientos supo que sería un error pretender que “Él” fuera así, porque en su esencia negaba toda forma y cualquier movimiento. Es más, el cambio le resultaba refractario, inadmisible. Y sin embargo, esta ineludible humanidad que le agobiaba casi que le exigía buscar alguna clase de determinación o magnitud. Lo terrible de esta búsqueda es que siempre acababa en lo mismo: él puesto de narices ante la angustia de reconocer que perfecto, absoluto, eterno, infinito y finito no cuadraban. No lograba comprender la perfección como infinitud, pues esto sería sinónimo de indeterminación ¿Cómo abarcar entonces en una figura lo inabarcable? ¿Lo desbordante?

Cayó entonces en un mutismo transitorio, se miró a sí mismo en el reflejo de las aguas y asumió de una vez y para siempre el gesto que a partir de entonces habría de acompañarle, la mirada impenetrable, el gesto taciturno y serio, acorde presencia para lo que bien sabía le cabría de ahora en adelante: el pensar, el decir, el SER.