Luna maga, princesa, duende, señora de la noche y de los días, transitas diáfana por los espacios y con tu suave luz los llenas y los iluminas. Luna de todas las leyendas, de las historias y de las travesías.
Dulce mujer que encanta a las mareas, mece los mares, los abarca y los abriga. Llamas Sirenas con sonoro canto, duendes y hadas, gnomos y ondinas, bañas de luz a espantos y Unicornios, creando la magia y la fantasía; y luego de besarlos en la frente, te escondes de nuevo para darle vida, con tu ausencia a todos los misterios tan propios de la muerte y de la vida. Apareces por calles y rincones y con coquetería los transitas para llamar a amor a los amantes, para incitar la picardía, para incitar en mentes, corazones, alguna transgresión de esas que jamás se olvidan, porque junto a ti Luna, Lunera, la vida se hace propiamente vida.
Luna que vences las distancias, que no respetas noche, ni tan siquiera día, que besas al sol en pleno rostro, que bañas con tu luz la tierra misma. Luna que me encantas, Luna, Luna, promesa de mujer, mi Luna niña, luna que te sumerges en las aguas y de ellas brotas, pura y limpia. Que tomas las arenas con tus manos, construyendo castillos de alegría. Luna que brotas en los manantiales, corres en los ríos, naciendo de las lagunas limpias. Luna de mi pasado y mi futuro, de mi amor eterno, mi Luna niña. Traes entre tus manos melodiosos pájaros, con cuyos trinos me arrullas, Luna Mía. Luna que te me naces en los ojos, que te nutres de mi amor y de mi vida. Luna que te me lloras en mi llanto y que te ríes con mi risa. Luna de todos los atardeceres, noche tras noche y día a día, luna de todos y ninguno, Luna tan Luna, Luna mía, no dejes de besarme aquí en la frente, no dejes de ser tú , mi Luna niña.
Soy quien soy y quien parezco. Una y distinta. A veces atravieso los espejos¸ sigo al conejo, entro en la madriguera, le doy la mano a seres fabulosos y me detengo. Tomo el té con el tiempo, hablo y discuto con las cartas, rayo en la locura de lo imaginario, me libero de los reparos del buen juicio, me hago pequeña o me agiganto; pero así mismo de vez en cuando vuelvo, y en el volver me hallo cara a cara con esa otra que mide las palabras y calibra los gestos.